“En la Aldea somos una familia muy grande, no todos los hermanos se llevan bien, hay altos y bajos, pero yo tengo lindos recuerdos”
- Roxana.
Roxana llegó a la Aldea de Padre Las Casas cuando apenas tenía seis años, lugar donde sin saberlo le esperaba su familia. Y es que el mismo día de su llegada a la Aldea, conoció a su hermano menor, quien para ese entonces tenía solo seis meses de vida, y con quien desde ese momento viviría en la casa 13, su futuro hogar y lugar donde se conocerían a Isabel, cuidadora a quien hoy llaman ‘mamá’.
“Cuando llegué a la Aldea me nació decirle mamá, pero supuestamente ella debía venir solo a trabajar”, sin embargo, el compromiso y cuidado que recibió, hizo que viera y sobre todo quisiera a su cuidadora como a una madre. Poco a poco el cariño que se fue creando entre los tres, su cuidadora, su hermano y ella, se fortaleció en el tiempo, y llegado el momento, Isabel, a quien hoy llama con orgullo mamá, decidió jubilarse de Aldeas Infantiles para poder obtener el cuidado personal de Roxana y su hermano, noticia que los hizo “saltar y festejar” de alegría.
Roxana confiesa que cuando se fueron echaban mucho de menos a la Aldea, “pero más que a la Aldea, era a los niños’’, con quienes formó vínculos de amiga y hermana, y generó una interacción diaria que despertó su espíritu vocacional para estudiar educación parvularia.
Comenta que cuando se graduó de 4to medio experimentó su primer logro personal, uno que ni ella misma se creía al ver su diploma como ‘Técnico en Educación Parvularia de 4to medio”, le parecía irreal, pero a la vez la llenaba de muchísimo orgullo. Sin embargo, cuando inició sus estudios de educación superior en esta misma área, no todo fue sencillo, ya que tuvo que cursar con la metodología online durante la pandemia, y eso hizo que el aprendizaje fuese mucho más difícil, lo que provocó que estuviese a punto de congelar su carrera.
Pero las clases en una sala siempre cambian la dinámica, las vivencias, la interacción y emociones son distintas, así que al volver a un salón de clases y prácticas, recordó su vocación y desistió de abandonar sus estudios, ya que “cuando he tenido problemas y llegó a la sala con los niños, con el puro abrazo o un niño llamándome tía se me olvidaba los problemas y se me llena el corazón”, y porque además en su experiencia universitaria encontró el valor de la amistad, en personas con quienes describe ha formado una mini familia y ha construido vínculos de hermandad.
Hoy Roxana recuerda con dulzura y cariño su pasado en Aldeas Infantiles, pero admite que uno de los momentos de mayor felicidad en su vida, se vincula a “que encontré a mi mamá y que nos fuimos a vivir los tres juntos”.
En este contexto donde su felicidad radica dentro de muchas cosas en que encontró una familia que le entrega amor, también reconoce sus logros personales, pues solo le faltan seis meses para finalizar su etapa de educación superior, y empezar a trabajar ejerciendo una carrera que la hace feliz y con la que espera seguir alcanzando metas como, comprar su propia casa.